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martes, 31 de enero de 2012

CHATEAU LA CROIX MEUNIER. Saint Emilion. Burdeos. Francia



Seguimos con los vinos bordeleses de Saint Emilion con este vino premiado en concurso independiente y que nos ofrece olores bien reconocibles a fruta roja madura (fresa, arándano rojo), notas discretas procedentes de la barrica (café con leche) y recuerdos minerales.
En boca se muestra muy agradable, con equilibrio. Buena acidez, taninos absolutamente domesticados y mucha fruta. Deja un recuerdo prolongado y  sutil.
Una excelente muestra de  un grand cru, que además nos costó 12,40 euros en La maison du vin de Saint Emilion.
¡Salud!

lunes, 30 de enero de 2012

TERRIBLE 1 2009. Ribera del Duero. España.

La Tintorería es una excelente vinoteca de Madrid (Paseo del Marqués de Zafra, 35) a la que Vinoencasa va de vez en cuando para aprovisionarse y para dejarse aconsejar por sus dueños Flequi, César y Nacho. Se trata de gente que sabe mucho de vinos y que, además, en su inquietud, está metida en varios proyectos de elaboración en distintas regiones españolas. Flequi ya nos había presentado su Ziries en sus añadas 2008 y 2009 y su Navalegua 2009 que elabora en los Montes de Toledo. Ahora amplían su campo de actuación a dos nuevas regiones, Rueda y Ribera del Duero, con un blanco verdejo y un tinto respectivamente, que presentaron en sociedad con toda originalidad el pasado mes de noviembre en una sala de conciertos madrileña. Nosotros probamos hoy el tinto.
En la copa se muestra con una capa alta color picota-berenjena y ribete amoratado. Una espesa lágrima tinta las paredes. 
En cuanto a los aromas, se presenta con sencillez y franqueza. No es complejo ni muy intenso. Domina la fruta roja (fresa, frambuesa), la flor (violeta) y algo de golosina (gominola). Una parte de este vino se ha criado en barricas viejas durante ocho meses y la otra, en depósito. Por eso no hallamos notas tostadas ni especiadas, lo que se agradece por aquello de variar un poco la archisabida melodía de la mayoría de los tintos.
Al contrario que en el olfato, en boca sí que es intenso. Es muy sabroso. Hay unos taninos estupendos que estimulan las encías sin asomo de astringencias. Es fresco, tiene muy buena acidez y un pelín de amargor final. Todo ello conjugado le confiere a este vino una persistencia en el paladar que lo hace muy largo, a la vez que equilibrado. Es un vino fácil y placentero de beber. Y su acidez compensa ese 14% de alcohol que en otros vinos da una desagradable sensación de ardiente en la lengua.
Curiosa paradoja la del nombre de este vino. Es "terrible" pero no provoca ningún terror, sino que, todo lo contrario, da placer. Creemos que se trata, más bien, de un juego de palabras que quiere hacer alusión a la "tierra" de la que procede y que expresa de forma líquida.
Terrible 1, un vino que está muy bueno y que vale 7.50€ en La Tintorería.
¡Salud!

domingo, 29 de enero de 2012

VALENCISO RESERVA 2005. Tempranillo. Rioja. España.


Después de la interesante visita que hicimos a la bodega Valenciso y, tras probar su blanco, nos quedan por descubrir las virtudes del tinto.


De capa media y color rubí; en nariz nos ofrece una fruta roja de calidad (recuerdos de frambuesa), acompañada, en segundo plano, de notas procedentes de la crianza en barrica, con especias, asomos balsámicos y tofe (concretamos en ese término recuerdos del tipo café con leche, tostada, etc). 

Todos estos matices forman un conjunto que transita por el camino de la contención y la finura; no nos encontramos  las explosiones olfativas de muchos vinos actuales.

En boca nos muestra su calidad por la vía del equilibrio. Acidez, tanicidad y alcohol muy bien ensamblados. No hay aristas. Resulta un vino muy agradable de beber (se puede disfrutar perfectamente sin acompañamiento sólido), sabroso, con una fruta muy presente y que deja buen recuerdo.
Un vino que evoca la elegancia clásica de los buenos riojas y que cuenta con un precio más que interesante, inferior a los 20 euros.
¡Salud!

viernes, 27 de enero de 2012

CORTIJO LA FUENTE GRAN SOLERA DULCE MOSCATEL. Moscatel de Alejandría. Málaga. España.

Qué placer da salirse de vez en cuando de los carriles tan transitados de los blancos o los tintos y frecuentar estos caminos secundarios de los vinos especiales, los dulces en este caso, que son todo un tesoro por descubrir. Este Cortijo la Fuente viene desde el norte de Málaga, donde se cultiva las uvas moscatel de Alejandría que se vendimian y se dejan secar al sol en "paseros" antes de que, una vez deshidratadas, se prensen y se extraiga de ellas un elixir que, una vez fermentado y dejado varios años en crianza - este que ahora probamos es de 2002 - da lugar a este vino dulce tan rico.
En la copa aparece oscuro, color caoba, con irisaciones verdes. No es tan denso como un Pedro Ximénez, pero sí lo es más que un vino normal. La consistencia de la lágrima, que tinta de castaño las paredes de la copa, lo hace evidente.
En nariz es muy complejo. Lo más intenso es el olor a pasa y a azúcar tostada-caramelo, que poco a poco nos va recordando cada vez más a la miel. Pero también hay aromas muy claros de higo seco y mermelada de higo. Al rato detectamos notas cítricas (corteza de naranja-naranja confitada) y tostadas (cacao-café). Es un goce para el olfato.
La entrada en la boca es muy suave. Es dulce, no faltaba más, pero tiene una acidez estupenda - que se agarra a las encías y provoca algo de salivación incluso un rato después de haberlo bebido - que lo equilibra y hace que no empalague y que un trago invite a otro sin cansar. En el paso también notamos la densidad que ya habíamos visto al servirlo. Queda en el paladar una sensación grasa. En el retrogusto apreciamos notas de caramelo de café. Y además es muy largo. 
Pues ha sido un placer conocerlo, Cortijo la Fuente. Es usted un postre en sí mismo y no solo un vino de postre.
Desconocemos su precio porque nos lo regalaron y no hemos podido encontrar información al respecto en internet.
¡Salud!

jueves, 26 de enero de 2012

VIÑA MERINO 2011. Sauvignon blanc. España.

¿Cuántos millones de litros de vino producirán al año las cooperativas españolas? Muchos, sin duda. Pero, de ellos, ¿cuántos se venderán embotellados? Seguramente que muy pocos, pues la mayor parte de esa ingente producción debe salir de España hacia el exterior a granel y a precios irrisorios. 
Aquí presentamos un buen ejemplo de lo bueno que se hace en esas cooperativas, en concreto en la de San Antonio de Padua, de Cabezamesada, en Toledo. Aquí, unos pocos socios han plantado cepas de sauvignon blanc y, tras su segunda cosecha, nos ofrecen este Viña Merino de color amarillo pajizo con irisaciones doradas.
En nariz, desde el mismo descorche, antes de servirlo aún en la copa, hay un intenso aroma frutal. Inicialmente huele a frutas de hueso (melocotón, paraguaya), a plátano, a melón maduro. También hay un fondo floral (flor blanca) y de hierba recién cortada (heno). Según pasa el tiempo, la fruta de hueso inicial va hacia terrenos más tropicales (mango).
Toda esa carga frutal la volvemos a percibir al probarlo. Es un vino muy goloso, aunque de recorrido algo corto. El tacto es untuoso. La percepción de este zumo en la boca pasa pronto y queda una sensación ligeramente ardiente, señal de que, por un lado, le falta algo de acidez y de que, por otro, tiene algo subido el alcohol, aunque la etiqueta no da ninguna información ¿Un verano muy cálido, quizás?, ¿o es que esta sauvignon blanc tan propia de climas más fríos no termina de desarrollar todo su potencial en estas latitudes manchegas? Habrá que esperar a nuevas añadas que, sin duda, irán mejorando un vino que ya promete.
La experiencia ha sido placentera y más si sabemos que su precio es de 3€. No se puede dar más por menos. Gracias, Luis.
¡Salud!

lunes, 23 de enero de 2012

EL VINO Y LA VIÑA. Tim Unwin.



Tim Unwin


Presentamos un libro del geógrafo y profesor universitario británico Tim Unwin. Su prestigio le ha llevado a colaborar con la UNESCO, pero hoy le traemos hasta aquí porque es un aficionado al vino y ha querido reflejar esta pasión en su obra.
"El vino y la viña", editado por Tusquets, en su colección Los 5 sentidos, es una geografía histórica de la viticultura y el comercio del vino. Se trata de una obra ambiciosa y muy rigurosa; aunque puede resultar algo difícil por su densidad. No es una guía o libro de iniciación al vino, sino todo un manual universitario de 500 páginas que, además, apenas tiene imágenes.

Terrazas del Douro

Comienza con un capítulo a modo de introducción en la que destacamos su reseña de varios paisajes culturales de la vid: la Cote d´Or en Borgoña, el Duero portugués y el Napa Valley californiano.

Geografía e historia se unen para conformar la singularidad de cada uno.

Esquema de la vitis
El segundo capítulo versa sobre viticultura y vinificación. No se trata de un manual de enología, por lo que resume bastante bien los procesos básicos de la elaboración, tratando aspectos como las características de la especie vitis (un prodigio de adaptabilidad), sus enfermedades (como la filoxera, otro prodigio de supervivencia y reproducción), el papel de las levaduras y la fermentación...


A continuación se remonta a los orígenes de la viticultura. Mucha gente ignora que estamos ante una práctica agrícola antiquísima, con miles de años de trayectoria y que se fue expandiendo desde su núcleo originario, probablemente el área comprendida entre los mares Negro y Caspio, hacia todo el el Viejo Mundo. El vino está presente en las primeras grandes civilizaciones, como la egipcia, donde ya apreciamos una constante: la asociación entre vino y poder. Aquí nace toda una simbología que se extiende a lo religioso. Son numerosas, por ejemplo, las referencias bíblicas al vino.

Vino y civilización unidos desde siempre
Grecia deificó al vino




El vino llega a Grecia y a Italia. En la civilización grecorromana podemos hablar ya de que consigue un protagonismo que dura hasta nuestros días. Por un lado, se extiende por Europa hasta convertirse en una de las bases económicas de estas civilizaciones (se establece el equivalente a un mercado mundial del vino) y originando muchas de las actuales regiones vitivinícolas. Por otro, el vino se sitúa en el centro de la vida cotidiana de los europeos. Su consumo se populariza, lo que no excluye que haya una diferenciación entre buenos y malos vinos (los primeros reservados para los más pudientes). El hecho de que exista un dios asociado al vino da muestra de su importancia.

Roma desarrolló un enorme comercio vinícola
En la antigüedad este líquido adquiere connotaciones variadas y complejas, que le llevan a asociarse con lo divino (resurrección, vehículo para trascender). Estos aspectos acabarán por concentrarse en el cristianismo, donde el vino llega a ser la sangre de Cristo. Cuando el Imperio Romano desaparezca en Occidente,
Detalle de "La última Cena", de Juan de Juanes
quedará la Iglesia como su sucesora y, por tanto, el vino seguirá ocupando un lugar central dentro de la civilización occidental.
Los capítulos 5º y 6º se dedican a la Edad Media. En ellos vemos cómo el vino y la vid adquirieron una carga simbólica fundamental en el cristianismo, no en vano el vino se consumía en la eucaristía junto al pan. Por cierto, desde el siglo XIII se prohibió a los no religiosos comulgar con vino, hasta el siglo XX, aunque movimientos reformistas, como el luteranismo lo aceptaron.
La práctica de la viticultura se mantuvo en los siglos altomedievales; no parece haberse dado una destrucción de viñedos. Sí se dieron cambios derivados de la nueva situación sociopolítica, especialmente el provocado por la crisis de las ciudades tras la caída del Imperio Romano, que acabo con el comercio a gran escala. Se mantuvo una viticultura popular dentro de una economía de subsistencia, aunque fueron de nuevo los grupos poderosos los que contribuyeron a la conservación de las prácticas vitivinícolas. Otra vez nos encontraremos con la asociación entre vino y poder vista desde la antigüedad. Destaca la labor de los monasterios en la mejora de dichas prácticas ya que pudieron contar durante siglos con importantes superficies de cultivo que se iban incrementando con las donaciones de nobles y monarcas.

La cultura del vino se mantuvo en la parte del Imperio Romano que no desapareció, el Imperio Bizantino; y lo hizo a pesar de la aparición del Imperio Islámico. Pese a la prohibición del consumo de vino (a partir de tres referencias claras del Corán), el cultivo de la vid se mantuvo, dado que la restricción no afectaba al fruto. Es más, son muchas las referencias literarias

El vino también está presente en el Islam
que tratan sobre el consumo de vino, que parece se mantuvo en países de tradición vinícola, quedando las restricciones para los periodos en los que grupos islámicos rigoristas accedieron al poder.
 

 Durante la Alta Edad Media la agricultura de la vid se extendió más allá de sus fronteras históricas, llegando hasta la India y China. Mientras tanto, en Europa, se observa una relocalización de parte de los viñedos para situarse a lo largo de grandes ríos. La razón no es otra que las necesidades del transporte, al haberse extinguido prácticamente el terrestre ante la inseguridad de las fronteras.
El desarrollo urbano registrado entre los siglos XI y XIII (tiempo de grandes catedrales) marca la consolidación de un mercado vinícola internacional de gran importancia. El vino era un producto fundamental, no solo entre las clases populares (caso del mundo mediterráneo), sino especialmente entre los estamentos privilegiados. Destaca el caso de los países y regiones del occidente y norte europeos, en los que aquellos impulsarán a este sector dado que el vino se configura como un evidente símbolo de prestigio. Así, por ejemplo, nos encontramos con que ya en el siglo XIV los vinos dulces españoles (más alcohólicos y por tanto con mejor capacidad de conservación) eran muy apreciados en Inglaterra, eclipsando a los que procedían de Oriente.
En esta época, aparte de prácticas de viticultura muy semejantes a las actuales (en cuanto a trabajo en la viña o a la utilización de tonelería), encontramos rutas internacionales, grandes mercados (como las ferias de Champaña) y colectivos de comerciantes especializados en este producto. 
Los capítulos 7º y 8º abarcan el período conocido como Edad Moderna, entre los siglos XVI y XVIII, época de hegemonía europea,

"El vaso de vino", de Jan Vermeer

de formación de los estados nacionales (algunos de los cuales siguen vigentes en la actualidad), de desarrollo del sistema capitalista; y etapa de descubrimientos geográficos que conllevan, entre otros cambios, la incorporación del continente americano a la civilización occidental (lo que supone el inicio de la viticultura en el Nuevo Mundo).


En Europa asistimos a un crecimiento significativo del consumo de alcohol. El descubrimiento de los destilados es decisivo en el aumento del alcoholismo europeo. Nace el brandy -palabra procedente de brandewijn o brandywine, es decir, vino quemado-; a partir del vino, pero también aparecerán el whisky, la ginebra, el vodka o el ron. Con ellos que se ponen al alcance de muchos sectores populares y de regiones no aptas para la vid numerosas bebidas que además son más potentes y, por esa misma razón, resultan más longevas.

El consumo conlleva negocio, y hay mucho. Por un lado, las clases altas buscan la novedad y destilados y vinos de mayor calidad; por otro, los más pobres querrán acceder a alcoholes asequibles (por supuesto, mucho peores). De este modo la producción se extiende a otros territorios como Madeira o Canarias, Sudáfrica. También veremos como nacen, gracias a novedades técnicas como botellas de cristal de mayor resistencia, nuevos vinos destinados a una minoría de ricos. Estamos en el origen de los grandes nombres de Burdeos, del champán (gracias a los experimentos de Dom Pierre Pérignon),

El mito Dom Pérignon

y de la primera Denominación de Origen, Oporto.




En el capítulo dedicado al siglo XIX, Tim Unwin trata aspectos como el desarrollo de la adulteración del vino ante el aumento de la demanda y la reacción a ese fenómeno a través de tentativas como la búsqueda de la delimitación geográfica de los vinos (así empezarán a ser comunes las referencias a distintos tipos de crus en Francia).

Resulta interesantísima la parte dedicada a la propagación de las enfermedades llegadas desde América, que pondrán en jaque a los viñedos europeos: oídio, mildiu y, sobre todo, la terrible filoxera. Las consecuencias de esta plaga serán muy profundas: concentración de la producción en grandes empresas capaces de afrontar los costes de la lucha contra las enfermedades; aumento del consumo de otras bebidas como la cerveza (más baratas); el desarrollo de las prácticas fraudulentas, o la extensión del viñedo a regiones que se habían visto menos afectadas por la filoxera.

Ciclo de la filoxera

El capítulo final, dedicado al siglo XX repasa temas que son de actualidad. Ha sido un siglo de profundos cambios ligados sobre todo a la aparición del gran capital, de las grandes multinacionales en el sector. Hay una referencia primera a la aparición y generalización de las Denominaciones de Origen, que están lejos de ser una referencia clara para los consumidores, y que dejan todavía margen para el fraude (caso de Alemania o Italia con escándalos bastante recientes). Con ellas los productores logran ciertas garantías a la hora de asegurarse cierto nivel de precios, algo fundamental en el contexto de la creación de la Unión Europea, principal productor mundial, con muchísimos excedentes.


La competencia, en este caso internacional, llevó también a litigios por la salvaguarda de algunas referencias universales, como el champán francés (a partir de una demanda contra una empresa española), o el jerez español (ya que hasta hace pocos años había jerez británico, chipriota o australiano).
En cuanto a la introducción del gran capital en el sector; el vino aparece como un producto alimentario más cuyo control pasa a manos de grandes grupos que pueden ser multisectoriales y que actúan según estrategias globales de maximización de los beneficios. Ello ha supuesto, entre otras cosas, apostar por la tecnología

Mecanización de la viticultura

y la mecanización en aras de reducir costes de mano de obra, aumentar la producción (regadío), y homogeneizar el producto para que tenga un sabor reconocible siempre (sin depender de los caprichos del clima).


Además, en un mercado global hay que crear demanda. Del mismo modo que aparecen nuevas bebidas (¿les suena el whisky J.B. o el licor Baileys?), se crean nuevos vinos para acaparar ciertos sectores de demanda potencial, por ejemplo el femenino, o el de sectores populares que buscan cierta distinción. En relación con esto último hay


que tener en cuenta que el vino no ha perdido su aura de prestigio, de ahí que las grandes corporaciones hayan comprado bodegas míticas y ciertas cosechas sean subastadas en ejercicios de pura especulación, algo parecido a lo que ocurre con el mercado del arte.Por ello también se ha invertido en publicidad. Y es que al vino también le han afectado los caprichos de la moda, máxime en un tiempo en el que la crítica vinícola está en auge.
Con este resumen de "El vino y la viña", de Tim Unwin, esperamos ayudar a profundizar en aspectos que no se reflejan habitualmente en las revistas y medios especializados.
¡Salud!

domingo, 22 de enero de 2012

CHATEAU HAUT SEGOTTES 2004. Merlot y cabernet franc. Saint Emilion. Burdeos.

Tras el 2003 que reflejamos hace un par de entradas, probamos el 2004 para comprobar similitudes y encontrar alguna diferencia.

En nariz no encontramos la fruta tan madura de la añada interior (aunque la hay, y buena) y sí unos matices especiados más intensos, junto a  aromas de crianza (cuero, betún) y recuerdos minerales.
En boca no es tan goloso, pero también resulta agradable. Hay más acidez, que le da longitud al vino, un paso carnoso en el que no molestan los taninos, y cuenta con ese ligero amargor final que también estaba en el 2003.
Recordemos que estamos ante un vino de una relación calidad-precio muy atractiva, para tratarse de un Grand Cru bordelés, unos 20€.
¡Salud!   

RIBERA DEL DUERO: ENÓLOGAS POR UN SUEÑO.





Con esta presentación de vinos de Ribera del Duero elaborados por enólogas daba comienzo el pasado 18 de enero el año de catas de la UEC. Mª Antonia Fernández Daza se ocupó de dirigirla. Comenzó haciendo una declaración: ella no es feminista, ni esta cata venía a representar reivindicación feminista alguna. El protagonista es el vino y no las mujeres o los hombres que lo elaboran. Simplemente se trata de una manera original de acercarse a una Denominación ya tan famosa y conocida como Ribera del Duero. No obstante esto, quiso dejar claro que las mujeres sí que han venido a aportar algo positivo a la región y al mundo del vino en general: han traído orden, sistematización, procedimientos a un mundo quizá demasiado inmovilista que se ha regido durante mucho tiempo por la costumbre y la tradición.
Mª Antonia Fernández Daza
En España la mujer no lo ha tenido fácil para entrar a trabajar en la industria del vino, sobre todo en el aspecto técnico, en el de la elaboración. Sus comienzos estuvieron ligados al sector comercial de la exportación. Las bodegas antes no daban mucha importancia a las ventas al exterior y era un terreno que no les importaba dejar en manos de unas mujeres que, además, hablaban más y mejor otros idiomas. Cuando, finalmente, ante el descenso del consumo en el interior, la exportación sí comienza a ser importante, a las mujeres se les abre las puertas del campo técnico.
La D.O. Ribera del Duero cumple ahora 30 años desde su fundación. A pesar del volumen continuamente creciente de ventas (73 millones de botellas en el último ejercicio) no está ahora en el mejor de sus momentos. Apoyados en la reputación, el algunos casos mundial, de unas cuantas marcas de esta Denominación, no cesan de aparecer nuevos vinos que no vienen a aportar nada interesante, salvo el volumen de ventas. En este sentido, es revelador el dato de que de esos 73 millones de botellas, unos dos tercios son vinos jóvenes, los más sencillos. Sí es cierto que han surgido también en los últimos años algunos buenos vinos, pero con un carácter vanguardista que hace muy difícil su identificación con Ribera del Duero. Y así es como aumenta la confusión en un consumidor que no sabe realmente qué es un Ribera, si un vino de esos míticos de más de 100 euros, si el vino joven de alrededor de 5 euros que compra en el hipermercado, o este vino modernísimo que acaba de aparecer y que está tan rico, pero que no le recuerda nada a lo que él identificaba con la región.
En los últimos 20 años la D. O. ha duplicado su extensión. La mitad del viñedo tiene, pues, una edad inferior a esos 20 años. Por eso llama tanto la atención la repetición de mensajes en la publicidad de algunos vinos o en las contraetiquetas de las botellas que hacen hincapié en el hecho de que están elaborados a partir de viñas viejas. En realidad, la calidad con un viñedo de esta edad solo es posible conseguirla limitando la producción. Y algunas bodegas sí lo hacen.
Entre las variedades permitidas, junto a la mayoritaria tempranillo, encontramos, entre las tintas, a la cabernet sauvignon, la merlot y la malbec. De esta última ya apenas quedan unas cepas, y es la tempranillo la que no deja de ganar en extensión. A esto contribuye, sin duda, la obligación que impone la D. O. de que el porcentaje mínimo de tempranillo en el coupage sea del 75%. En esto Ribera se diferencia radicalmente de La Rioja, donde sí es posible elaborar monovarietales de otras variedades como garnacha, graciano o mazuelo. También se permite el cultivo de una uva blanca, la albillo, aunque no para la elaboración de vino blanco bajo la Denominación. Esta variedad es muy característica de Castilla y León, pero hoy se halla en franco retroceso. No ocurre lo mismo en otras regiones españolas, como Madrid, donde sí se está reivindicando.
En cuanto a la cata, los ocho vinos que se nos presentaban pertenecían a las añadas 2008, 2006, 2005 y 2004. Hay que decir que los más jóvenes aún estaban un poco crudos y que les echamos en falta unos cuantos meses (por no decir años) más de botella. La impresión general es que en todos estaba muy presente la madera. Casi siempre una excelente madera, eso sí. Salvo una excepción, todos los demás venían a presentarnos una tempranillo - con algunos porcentajes de cabernet sauvignon en algunos casos - muy bien tratada, de una calidad magnífica, pero disfrazada con un elegantísimo - y carísimo - frac de roble. Bueno, es el signo de los tiempos. 
Ahí va la relación de los vinos que catamos:
VERÓNICA SALGADO CAPRICHO. CRIANZA 2008. Comenzamos con el vino más extraño de los ocho. Nos encontramos con una fruta roja muy intensa (fresa), pero que, al tiempo, nos mostró un olor a medicamento, más exactamente a jarabe con extracto de fresa (Bisolvón). Mª Antonia nos explicó que es una decisión de la enóloga, que es algo que ha buscado y que lo ha conseguido mediante la utilización de una madera especial (no nos aclaró este aspecto) que da esos aromas.
En       boca mostró, como en general le pasó al resto de los de la añada 2008, cierta dureza tánica. No obstante también ofreció fruta, buen paso, y longitud. Se nos antojó un vino que parece querer romper con la imagen de seriedad que acompaña a muchos de los riberas. Su relación calidad-precio también es interesante,  13€, según ponía en el dossier preparado por Daniel.
PROVENTUS 2008. Este vino de la bodega Qumrán presentaba una madera más integrada. Al agitar salían notas de frutos rojos con un fondo balsámico. En boca es agradable y de paso fácil, pero aún necesita algo de botella para pulir unos taninos un poco astringentes. 20€. Resultó el menos expresivo de la cata.

GRAN TÁBULA 2008. El que más nos gustó, por su equilibrio. Con notas de crianza que no acaparaban todo el protagonismo en la nariz, ya que la fruta, una fresa golosita, se asomó con nitidez, y con una boca en donde se apreciaba mayor concentración y cuerpo. Taninos elegantes y pulidos y un posgusto muy largo. 35€.
MARIO 2008. Es el que presentaba un mayor porcentaje de cabernet sauvignon, un 23%. Notas de fresa, frambuesa, caramelo de violeta, pimienta y chocolate. Y tonos verdes, algo herbáceos, en el sabor. Con taninos más suaves y menos longitud que el anterior. 20€.
ABADÍA DE SAN QUIRCE FINCA HELENA 2006. Aromas tostados (tofe) y notas minerales (musgo, salinidad) sobre un fondo de frutos rojos. En boca es carnoso y redondo, con cuerpo y densidad. Está muy equilibrado: se notan los dos años más de permanencia en botella que los anteriores no tenían. Muy bueno, aunque ha de tenerse en cuenta que cuesta unos 45€.  Buena parte de la explicación de este precio reside en que son menos de 3.000 botellas las que integran la producción de este vino.
DEHESA DE LOS CANÓNIGOS RESERVA SOLIDEO 2005. Junto a la tempranillo, lleva en su mezcla  cabernet sauvignon y un 3% de albillo. Pan tostado y bollería (bizcocho, vainilla) destacan por encima de la fruta, algo que está en relación con el tostado medio y medio-alto de las barricas.
En boca está estupendo, con equilibrio y  agradables sensaciones. Es un vino muy maduro, con un excelente final. Para beberlo ya. 40€.
CARMELO RODERO PAGO DE VALTARREÑA 2005. Otro vino de pequeña producción,  5.200 botellas. En nariz sobresalen aromas balsámicos de menta y chocolate (after-eight), junto con una fruta muy madura (confitura de frutos rojos). Resultó el más goloso de los ocho vinos.  Está muy bueno, pero es posible que acabara por empalagarnos si tuviéramos que bebernos algunas copas más. Uno de los asistentes comentó que le parecía un monastrell, lo que nos sugirió algunos interrogantes como si es necesario revestir tanto a un vino ( con esa madera de unas barricas que  deben ser bastante caras) para mostrar la tipicidad del terruño, y también, en cuanto al precio,  si pagaríamos los 35€ que cuesta o los invertiríamos en otros vinos.
VALDUERO 6 AÑOS. RESERVA PREMIUM 2004. Algo cerrado al principio, pero pronto nos dio una interesante nariz, con buena combinación de maderas nobles y frutas maduras, hasta de manzana asada.
En boca se mostró algo secante (quizá por el alcohol, señaló uno de los asistentes), pero con mucha fruta. 
Otro vino con un precio elevado, unos 40€, que puede servir como ejemplo de lo que pudimos probar en esta velada. Vinos bien elaborados, con buena tempranillo, con una madera de calidad muy presente. No van a defraudar, pero hay que tener en cuenta su precio.
¡Salud!

sábado, 21 de enero de 2012

CHATEAU HAUT SEGOTTES 2003. Merlot, cabernet franc y cabernet sauvignon. Saint Emilion. Burdeos.

Tras la visita que hicimos hace tres semanas a la bodega, procedemos a catar las botellas que compramos para disfrutarlas en casa. 

2003 ha quedado identificado entre los bodegueros (especialmente franceses) como el año de la "ola de calor". En efecto, miles de muertos en  Europa durante ese verano, atestiguan tal fenómeno. El cambio climático que, al menos en este sector -y por lo que vamos atestiguando- está más que reconocido, empezaba a mostrar sus efectos.


En el terreno que nos ocupa estamos, por tanto, ante una añada teóricamente difícil por la inusual calidez del verano; veamos cómo le sentó a este Chateau Haut Segottes.
Muestra un borde  algo evolucionado que tira hacia el naranja. En nariz ofrece buena conjunción de fruta roja bien madura y una madera que aporta notas de cedro, vainilla y tostados.

En boca hace gala de mucho equilibrio y contención. Resulta muy grato de beber. Es de esos vinos en los que todo está en su sitio. Hay acidez pero no destaca; hay dulzor pero no se impone; los taninos  son sedosos, y queda un ligero amargor final muy agradable. El recuerdo es muy persistente.
Cuenta además con una relación calidad precio excelente, tratándose de un Grand Cru de Burdeos, ya que nos costó algo  menos de 20 euros.
¡Salud!

viernes, 20 de enero de 2012

NIEPOORT 10 YEARS OLD TAWNY. Oporto. Portugal.

 Nos acercamos a Oporto para probar un vino procedente de la mezcla de vinos de unos diez años y que elabora,  a partir de numerosas variedades (touriga nacional, tinta roriz, tinta amarela, sousao...), una de las bodegas clásicas de esta maravillosa ciudad, Niepoort.

De precioso color, entre anaranjado y rojizo, en nariz nos encontramos ante un oporto muy reconocible, con esa mezcla de olores dulzones que sugieren notas de bombón, de miel, de madera vieja y bodega, de fruta confitada y de frutos secos (nuez).

En boca resulta muy amable; dulce y denso, con un alcohol bien integrado (no molesta aunque lo hemos probado a una temperatura por encima de lo normal).
No es tan intenso en nariz, ni tan complejo, ni tan largo en boca como otros, pero tiene sus virtudes y sobre todo, es bastante asequible, entre los 20 y 30 euros.

¡Salud!