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domingo, 1 de enero de 2012

BODEGA VALENCISO. La Rioja. España.


Valenciso es el nombre de una bodega riojana, situada en Ollauri, que responde a la unión del  apellido de sus propietarios: Luis Valentín y Carmen Enciso. Conocimos a Luis en una cata de vinos de Rioja celebrada en Lavinia hace algunos meses. Nos gustó lo que nos ofreció. También nos lo había recomendado Andrés Soto, de la bodega jerezana Fernando de Castilla, por lo que decidimos visitarle.
Durante las horas que estuvimos con él y con Carmen, Luis nos explicó muchas cosas. Comenzó hablando de La Rioja y de su división entre Alta y Baja. El punto que marca la división entre ambas zonas es la capital, Logroño. Hay importantes diferencias geográficas entre ambas regiones. En la Rioja Baja se llegan a registrar hasta un 25% menos de precipitaciones (en Alfaro) y la temperatura media sube un grado. En cuanto a los suelos, se encuentran tres tipos: el de aluvión, más productivo, en la Rioja Baja; los arcillo ferrosos, algo más pobres, en la Alta; y los arcillo calcáreos, aún menos productivos, en la Rioja Alavesa y también en una lengua de terreno que abarca poblaciones como Haro y Ollauri, área de vinos finos. Otro detalle interesante es el del viento norte que sopla en la esquina noroccidental de La Rioja, que refresca en las noches de verano, permitiendo una buena concentración de sustancias aromáticas en las uvas.
A continuación nos centramos en el proyecto Valenciso. La base son  26 años de trabajo en común, primero para firmas extranjeras, como Cosme Palacio; hasta que los franceses que la regentaban (y con los que estaban muy cómodos) la vendieron. Entonces Luis y Carmen empezaron su andadura en solitario con Valenciso, alquilando instalaciones, comprando uva y haciéndolo todo ellos. Corría el año 1998 y se produjeron 24.000 botellas. Hoy son 100.000, aunque se espera llegar a las 150.000.
Interior de la bodega
El edificio de la actual bodega es del arquitecto local Alfonso Samaniego. Nos llamó la atención por su aparente simplicidad y por sus virtudes: nada ostentoso, integrado en el paisaje, pensado para facilitar el trabajo.
Nos dijo Luis que el 70% de la producción se vende en España, en hostelería y en puntos de venta de calidad. No quieren ver su vino en hipermercados. En el extranjero venden especialmente en Reino Unido, Estados Unidos y Francia.
Elaboran solo un tinto, a base de tempranillo, y un blanco con viura y garnacha blanca. Este último fermenta en roble ruso. ¿Por qué ruso? Porque marca menos la madera y es ideal para la viura, variedad poco expresiva. Hablando de robles, Luis nos comentó que los tostados aplicados al francés o al americano, provocan una "caramelización" del vino, lo que en vinos débiles (con una estructura poco sólida) conduce a su rápido declive.
También le preguntamos a Luis por los  riojas clásicos y modernos. Luis sitúa a finales de los años 1980 el punto de inflexión entre ambos estilos. Un clásico de Rioja Alta tiene la madera por encima de la fruta (que aparece en segundo plano); una elevada acidez que le da longevidad; escasa preocupación por el color; y la mezcla de uvas como base de las elaboraciones. Por su parte, los modernos riojas, tienen el apoyo de las barricas de roble francés, una fruta más madura en su base, y mayores maceraciones a la hora de elaborarlos.
¿Y qué pasó en los ochenta para que se diese tal cambio? Luis nos dijo que se registró un cambio en los gustos del mercado, con la irrupción  de los vinos del Nuevo Mundo y su frutalidad de mermelada. También ocurrió que, de cara al mercado madrileño, Ribera del Duero surgió con enorme fuerza, coincidiendo con una cosecha, la de 1988, en la que el precio del kilo de uva en La Rioja subió mucho.
La puerta de la bodega: nervadura de una hoja de tempranillo
El asunto de los riojas modernos nos llevó a hablar de Michel Rolland, de su caricaturización en el documental Mondovino y de su influencia. Pues bien, resulta que  la segunda bodega fuera de Francia en la que este famoso bordelés trabajó fue Cosme Palacio, por lo que Luis le conoce bien. Piensa que se le ha tergiversado y que no es tal  y como se le representa en el documental.
Pasamos a otro tema: el de la elaboración de sus vinos. La bodega cuenta con catorce parcelas y los rendimientos son de unos 5.000 kilos por hectárea. Se utiliza la vendimia en verde después del envero para actuar de limitante en la producción.
En cuanto al sistema de cultivo, siguen la Producción Integrada Razonada, surgida en los años ochenta en Francia y que está a medio camino entre lo ecológico y lo tradicional. Este modelo supone que no se aplican tratamientos sistémicos a la viña sino solo cuando ésta lo necesita. También conlleva que se busquen fórmulas alternativas a las que dicta la industria química, como el de la confusión sexual para insectos como las polillas (y que resulta  6 veces más caro que los convencionales). No obstante han iniciado el proceso de conversión de la bodega en ecológico. Luis tiene la sospecha de que los tratamientos químicos en la tierra acaban por pasar factura en el ser humano. 
Coincide con los biodinámicos en que el cuidado del suelo es fundamental para el buen vino; también tiene en cuenta los ritmos lunares (sabiduría ancestral de los agricultores); pero no ve bien eso de que haya un calendario que indica las fechas  propicias para la cata o para la vendimia. Además piensa que todavía no se hacen vinos tan buenos como los elaborados con métodos convencionales. 
En relación con este tema también hubo tiempo para hablar del sulfuroso y del origen del aviso "Contiene sulfitos" que vemos habitualmente en las botellas. Al parecer el asunto nace en Estados Unidos. Varios ataques de asma, por consumo de alimentos que en nada tenían que ver con el vino (los sulfitos son muy utilizados en productos como las ensaladas envasadas o el marisco), llevaron  a que hoy veamos reflejado en las etiquetas el dichoso lema.    
Retomando las prácticas que conducen a la elaboración del vino, Luis nos contó que ellos realizan una vendimia manual, con trabajadores expertos (y más caros) que evitan la utilización de la mesa de selección (reservada para  el caso en el que aparezca botrytis).
Interior de la bodega, con los depósitos de hormigón
A continuación la uva se despalilla, pero no se estruja. Se busca preservar al máximo la complejidad aromática. Entonces lo que ocurre es lo siguiente: las uvas caen al fondo de los depósitos. Algunas se rompen,  provocando un aumento de temperatura y de dióxido de carbono que va a dar lugar a la fermentación de todo el conjunto. Algo así como la maceración carbónica pero en este caso sin los racimos enteros.
Detalle de un depósito
En Valenciso utilizan el hormigón, cemento recubierto con resina epoxi, para los depósitos de fermentación, aunque los portones y otros elementos de aquellos son de acero inoxidable. Como ya nos habían dicho en otras bodegas, los depósitos de acero inoxidable, tan usuales, presentan problemas de inercia térmica (transmiten con rapidez los cambios de temperatura al vino) y de ionización (se generan cargas eléctricas que pueden alterar las propiedades del vino).
El sombrero que se forma en los depósitos se prensa con una máquina que permite hacerlo de una vez, y con un prensado suave, propio de los vinos blancos, por lo que resulta un vino de prensa todavía muy aprovechable.
Máquina para el prensado

Se usan levaduras neutras, traídas de Champaña. La fermentación maloláctica no se fuerza, por lo que puede concluirse en el verano siguiente. Se busca la estabilidad del vino y con ello su mayor durabilidad.
Embotelladora
 No se realizan filtrados. El vino finalmente pasa a las barricas y de nuevo al depósito para una homogeneización previa al embotellado. La crianza en roble oscila entre los 12 y los 14 meses.

Preguntado por las distintas características de las barricas de roble (francés, ruso, americano), nos comentó Luis que el americano presenta menos tanicidad pero que ésta se percibe más en la boca, y con el tiempo dejan aromas dulces de coco, vainilla, caramelo, corteza de naranja...
El roble francés tiene más taninos pero son más fundentes y no tan dulces. Tienen mayor riqueza de matices: clavo, café y derivados, bollería, y menos vainilla o coco.

La visita concluyó con una cata en la que pudimos disfrutar del Valenciso blanco, por un lado, y de los tintos de 2002, 2004 y 2005, por otro.
Nos sorprendió muchísimo el blanco, por lo bueno. Son pocas botellas porque el origen es un viñedo viejo, pero el fruto merece la pena. Lo reseñaremos en el blog en fechas venideras, cuando lo probemos en casa.
En cuanto a los tintos, nos gustaron todos; el 2002, añada mala, mostró calidad. El 2004, muy cerrado al principio, resultó muy elegante. El 2005, el que está actualmente en venta (y que también presentaremos en el blog), mantuvo el tono general, distinguiéndose por ofrecer una fruta más madura.
Buen final para una visita interesantísima.
¡Salud!
    

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