Interesante y original acercamiento al mundo del vino el que hemos encontrado en este cómic. El dibujante Étienne Davodeau se incluye a sí mismo como personaje en este álbum para proponerle a Richard Leroy, viticultor de la zona del Loira, trabajar gratis para él en la viña y en la bodega durante un año para adquirir conocimientos de viticultura y de cata de vinos a cambio de que Leroy, a su vez, se deje introducir por él en el mundo del cómic. A partir de ahí, durante más de un año, Davodeau aprende las técnicas de poda, la manera de fabricar una barrica y los diferentes tipos de tostado, labores agrícolas como la plantación de nuevas cepas y el arado, el concepto de la agricultura biológica y la biodinámica, la preparación de compuestos biodinámicos, las visitas a la bodega de catadores que, después, puntuarán los vinos en revistas prestigiosas..., y así hasta la vendimia, la conversión del mosto en vino por medio de la fermentación alcohólica y el posterior embotellado final. Leroy, por su parte, aprende cómo se compone un libro y cómo se imprime, conoce personalmente a los principales autores de cómic franceses del momento, visita varias de las más importantes ferias y salones del cómic en Francia y, a través de los libros que le presta Davodeau y que lee noche tras noche, va aprendiendo a disfrutar de este género literario del que, hasta entonces, lo desconocía casi todo. Así se va desarrollando esta novela gráfica en la que se van alternando a través de los capítulos estos dos mundos, aparentemente tan distantes, del vino y del cómic y que terminamos descubriendo que tienen muchos más puntos en común de los que podríamos haber pensado antes de empezar el libro.
Es muy interesante la relación de maestro/alumno que establecen entre sí estos dos hombres, cada uno en su campo. Davodeau refleja muy bien el apasionamiento de Leroy, su relación especial con las viñas, a las que habla y mima, su paciencia, su falta total de dogmatismo: en el tema de la biodinámica Leroy no es ningún teórico ni tampoco un adepto incondicional; simplemente aplica estas técnicas porque ha comprobado que le funcionan y porque, por sentido común, tienen que ser mejor que la aplicación de los tratamientos químicos convencionales. Por otra parte, Davodeau se nos aparece como un autor a veces socarrón y con gran sentido del humor -que hace muy amena a esta novela gráfica- en el que prima el guión, la historia que tiene que contar, por encima del dibujo. Por eso emplea el blanco y negro y una simplificación en el perfilado de las figuras y paisajes que, no obstante, no dejan de reflejar gran belleza en muchos momentos.
Por último, una reflexión a propósito del título. En realidad los ignorantes no son sólo los dos protagonistas sino todos nosotros. ¿Cuánto sabemos de en qué consisten los trabajos de los demás? ¿Y si hiciéramos por conocerlos y entenderlos? Pues, sin duda, se nos caerían a todos muchos tópicos y seríamos mucho más tolerantes. En fin, hemos disfrutado mucho de la lectura de este libro, nos han entrado ganas de probar los vinos de Richard Leroy -Les Rouliers y Les Noëls de Montbenault- y, también, de leer más álbumes de este dibujante al que le seguiremos la pista.
Muchas gracias, Josué.
Muchas gracias, Josué.
¡Salud!
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