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domingo, 1 de enero de 2012

CHÂTEAU HAUT-SEGOTTES. Burdeos. Francia.

Para un amante del vino ir a Burdeos puede significar algo parecido a lo que puede sentir el estudioso del arte gótico al contemplar la catedral de Reims, o el aficionado a la pintura al visitar el Museo del Prado. 


Vinoencasa llevaba mucho tiempo planeando este viaje porque Burdeos era una referencia omnipresente en todos los libros que tratan sobre la historia del vino, porque muchos enólogos y bodegueros con los que hemos venido hablando en estos últimos años se han formado allí y porque muchas bodegas tratan de elaborar sus vinos al "estilo bordelés". Por todas estas razones - y por el placer de viajar y conocer nuevos lugares y personas, que siempre está ahí - hemos hecho una visita relámpago a esta región francesa entre el 28 y el 30 de diciembre. Y ha dado para mucho. 
Iglesia monolítica de Saint-Emilion.
Antes de empezar con la crónica de la visita a la bodega que da título a esta entrada, es necesario hacer una breve mención a Saint-Emilion, el pueblo al que pertenece. Ya nos lo había avisado nuestro amigo Josep Mas: "os va a encantar porque es un pueblo donde todo gira en torno al vino". Y así es, pues en las preciosas calles laberínticas de casas de piedra y empinadas cuestas de este pueblecito medieval que parece congelado en el tiempo se ofrecen al caminante innumerables vinotecas y bares de vinos - bar à vin - para satisfacer todas las curiosidades y a cualquier paladar. 
Nosotros siempre habíamos pensado que una de las cosas maravillosas que ofrece el mundo del vino es su estrecha relación con otros aspectos de la vida muy, muy placenteros, como conocer a personas extraordinarias y disfrutar de la gastronomía, el paisaje, el arte y la cultura en general. Bueno, pues todo ello lo encontramos en Saint-Emilion.
Danielle Meunier
El 29 por la tarde habíamos quedado con Mme. Danielle Meunier, la propietaria de Château Haut-Segottes. Es una mujer que puede rondar la sesentena, con una vitalidad contagiosa - las más dos horas que pasamos con ella nos parecieron un suspiro - y una paciencia y amabilidad que le hacen al visitante sentirse el mismísimo Robert Parker. 
Su bisabuelo fundó la propiedad en 1850 y la familia la ha mantenido hasta que ella, jovencísima entonces, toma las riendas de la bodega en 1972, sin tener estudios especiales, ni diploma, ni título alguno, sino solamente con las enseñanzas aprendidas de su padre. Nos dice que tuvo la ayuda de las buenas gentes de Saint-Emilion; que en cada momento difícil de su vida siempre ha habido buenas personas que la han ayudado. 
Actualmente la propiedad consta de 9 has. donde se cultiva un 60% de merlot, un 35% de cabernet franc y un 5% de cabernet sauvignon. Y este es el coupage con el que se elaboran sus vinos, con pequeñas variaciones según sea el año climático. La mayoría de las cepas son viejas; las más ancianas, de 1932. 
Nos enseñó la parte de la bodega donde se encuentra el parque de barricas. Allí el vino - solo elabora un vino: Château Haut-Segottes Saint-Emilion Grand Cru - permanece alrededor de 18 meses con un porcentaje de un tercio de barrica nueva de roble francés, para después pasar a botella, donde estará guardado un mínimo de otros 18 meses antes de salir al mercado; de modo que ninguno de sus vinos tiene menos de tres años de crianza. Nos sorprendió el olor a madera nueva, a carpintería, de la sala de barricas y ello nos dio un poco de miedo a la hora de catar los vinos que nos iba a ofrecer, no fuera a ser que toda esa madera estuviera luego en la copa. Nada de eso.
Probamos el 2007 y el 2006 y en ellos todo era elegancia, sutileza y suavidad. El más joven, más frutal y goloso, y el otro, más mineral y con más cuerpo. Lo que tenían en común los dos eran unos taninos muy suaves y pulidos, una excelente acidez, un paso por boca ligero y un recuerdo muy placentero donde aún resonaban al unísono las notas de los taninos, el dulzor y la acidez.
Al despedirnos nos trajimos varias muestras de sus vinos que iremos presentando poco a poco en Vinoencasa.
¡Salud!

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