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sábado, 19 de mayo de 2012

VIÑA TONDONIA ROSADO GRAN RESERVA 2000. Garnacha, tempranillo y viura. La Rioja. España.



Hay tantos tópicos en esto del vino. Frases que incluso la gente que nunca bebe vino repite una y otra vez como verdades absolutas. Valga, como ejemplo, la que utiliza Luis Vida para encabezar la última entrada de su blog, dando la vuelta a uno de estos tópicos: "Los tintos son para el pescado". En su artículo, Luis desmonta la teoría archiconocida de que los tintos son para la carne y los blancos, para el pescado. Algo parecido queremos hacer nosotros al traer este Viña Tondonia Rosado Gran Reserva 2000. ¿Pero los rosados no había que beberlos en no más allá de un año? Nada de eso. Y aquí está la prueba: un rosado gran reserva, ahí es nada, que, digámoslo ya desde el principio, está buenísimo.

Con un 60% de garnacha, un 30% de tempranillo y un 10% de viura, este vino ha permanecido cuatro años en barrica. Al servirlo en la copa aparece anaranjado, muy diluido de color, en tonos de piel de cebolla u ojo de perdiz. Muy evolucionado, como era de esperar. En nariz, surgen notas ajerezadas (bota vieja), de humedad (hongos, suelo de bodega, el olor del penicillium que cuelga de las paredes de la bodega Viña Tondonia), y de barniz. La fruta está muy diluida, casi escondida. Al agitar, aún queda algo de notas cítricas y de cereza.
En boca entra con una increíble acidez en un vino de casi doce años. Es muy seco. El paso es untuoso. Aunque no tiene casi color, en el centro de la lengua se percibe aún bastante extracto. Tiene cuerpo. En el retrogusto hay notas de mueble viejo. Y, al final, queda el largo recuerdo de la acidez, el hongo y el fruto seco. Muy en la línea de otros Viña Tondonia que ya hemos probado y que nos han gustado también mucho. Más en el terreno de los blancos que en el de los tintos. 
Otro esquema que se nos rompe. Tuvimos conocimiento de este vino al repasar la carta de vinos del restaurante asturiano Casa Gerardo. Nos llamó mucho la atención que apareciera un rosado gran reserva y le preguntamos al sumiller, Dani González, por él. Nos lo recomendó vivamente, aunque, también, nos avisó de que mucha gente que esperaba beberse un rosado fresquito tradicional lo pedía y luego decía que no le había gustado. Claro, este es un rosado especial; por eso compramos en el restaurante la botella para degustarla en casa. Nos costó unos 17€.
¡Salud!

El reencuentro.
Estamos en 2023. Ha sido un año poco amable. Lo queremos cerrar con un buen sabor de boca. Por puro azar, nos reencontramos con este viejo conocido. Probamos ahora un 2012. 
En la copa se muestra con la misma apariencia que describimos acerca del 2000. Presenta unos matices anaranjados, piel de cebolla, que nos hablan de un vino muy evolucionado.
En nariz es limpio, sin ninguna reducción, con una intensidad media. Destaca su complejidad, su despliegue de matices: hojarasca, sotobosque, lo propio de una crianza de once años; pero también advertimos especias dulces del tipo de la vainilla o el coco, y cítricos de corteza de naranja. Además, acompañan notas frutales de orejones y amielados.
En boca nos ratificamos con lo dicho respecto del 2000. La acidez es su principal rasgo estructural, desde el principio hasta el final. Y permanece durante un tiempo larguísimo. Pero hay también una untuosidad, muy meritoria para un vino con solo 12,5% de alcohol, que aporta un equilibrio que lo hace muy elegante.
Desde aquí, un homenaje a Viña Tondonia y a sus vinos que parecen haber firmado un pacto con el tiempo.

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