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domingo, 5 de mayo de 2013

F. SCHATZ

Friedrich Schatz proviene de una familia de viticultores afincados cerca de Stuttgart. Con 18 años, le dio por irse lejos a elaborar su propio vino, nos cuenta  Raquel, su mujer (y madre de una simpática bebé germana-navarra-andaluza). Sus padres le dijeron que vale, pero con alguna condición, especialmente que tenía que estar comunicado por vía terrestre. Cosas de familia.
Así las cosas, Friedrich,  al que podemos llamar ya Federico (nos parece más andaluz que alemán), acabó en las inmediaciones  de Ronda porque buscaba una zona con influencia atlántica (quería vinos con acidez, frescos),  y veranos menos traicioneros que los de Alemania. 
En esta zona hay agua abundante (la Sierra de Grazalema, que registra la mayor pluviometría de la Península Ibérica, no queda lejos), y ademas tiene una altitud, que junto a los vientos atlánticos, compensa los rigores del verano.


Y también se asentó aquí porque se se topó con  La Sanguijuela, una antigua propiedad que perteneció en su momento a una familia rica de Sevilla. Federico compró la casa (casa de veraneo, con su jardín exótico y todo) y 3 hectáreas,  el corazón de la finca, que tiene una ubicación óptima para las viñas: buena insolación todo el día, inclinación para que el agua no se encharque, y protección de los vientos del norte. 
Comenzó plantando variedades para estudiar su comportamiento; las más llamativas para nosotros, por desconocidas, son la lemberger y la muskattrollinger. También  plantó variedades de ciclo corto, como la chardonnay, o la pinot noir, y muy tardías, como la petit verdot, que en latitudes como las hispanas llega a madurar bien (no como en Francia), y por eso  encontramos interesantes monovarietales en España. De esta forma pueden atender a todas sus plantas sin agobios. Hoy, nos cuenta Raquel, están haciendo pruebas con variedades como la tintilla de Rota, la romé, o la melonera.

Las cepas están plantadas en  doble Guyot; y se las cuida mucho. Hoy están realizando poda en verde; vemos al padre de Federico (que sí parece alemán, básicamente porque no habla español) en plena faena. Con la poda en verde (quitar hojas, brotes...) buscan preparar ya la próxima poda y reducir la carga de racimos de cada cepa, para lograr finalmente 1 kilo de uva por cada una.  Además, es importante que queden las hojas justas, para que las plantas reciban una aireación muy necesaria en una zona de tanta humedad. Con ello se previenen enfermedades. 
El suelo aquí es fértil y bastante profundo; en superficie está lleno de hierbas. Hay, por ejemplo,  alfalfa para nitrogenar la tierra. El suelo tiene que estar vivo y sano, resistente y capaz de autorregularse.  Se utilizan y se sigue  los preparados y el calendario biodinámicos   (los trasiegos se realizan en día fruta, por ejemplo).

La vendimia se hace con tranquilidad, adaptándose a la maduración de las distintas variedades, y al ritmo de vida de la familia.
En esta casa se respira mucha calma.
A la hora de vinificar, elaboran pies de cuba para contar con sus levaduras autóctonas; tras las fermentaciones, todos los vinos (incluso el rosado) pasan un tiempo en barrica. 
Nos cuenta Federico que usa barricas de distintos orígenes, pero siempre de una madera de calidad, ya muy curada, con tostado en fuego de leña  durante mucho tiempo. Aquí está una de las claves de la elegancia y la finura de sus vinos.
Y todo para elaborar 15.000 botellas anuales (por 15.000 cepas). La comercialización va bien, aunque los inicios fueron duros. Cuando Federico empezó ya no quedaban viñas en la comarca (por eso se trajo las que él conocía), y las bodegas estaban en peligro de extinción. Hoy la cosa es distinta.


En los años 1990 empezaron a llegar los fondos FEDER, el dinero de empresarios de la construcción (aquellos tiempos de Jesús Gil) también se invirtió en el sector, un personaje de Marbella como Alfonso de Hohenhole se metió en el mundillo...; y se fueron arreglando las trabas burocráticas.  La D.O. Málaga creó la subzona Sierras de Málaga, y hoy son más de 20 las bodegas en funcionamiento. La comarca cuenta con un factor muy positivo: a 50 Kilómetros está Marbella, el epicentro de la Costa del Sol; eso supone turistas, muchos turistas, extranjeros con cultura de vino.

Finalizamos la visita catando los vinos: el  blanco chardonnay 2012, el rosado muskattrollinger 2012, el pinot noir 2007, Acinipo 2004 (cuyo nombre homenajea al homónimo  yacimiento arqueológico cercano), que es el monovarietal de lemberger,  Finca Sanguijuela 2007, mezcla de tempranillo, cabernet sauvignon, merlot y syrah, y el petit verdot 2007.
Nos gustó encontrar frescura, acidez en estos vinos tan meridionales; así como unas sensaciones en boca muy interesantes, con salinidad y ligero amargor.
Ya habrá tiempo para catas más tranquilas de estos vinos en casa. 
Agradecemos muchísimo a Raquel, y a Federico,  su amabilidad.
¡Salud! 

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