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sábado, 4 de mayo de 2013

SEDELLA


Sedella es el nombre de un pueblo malagueño, y también el de una pequeña bodega, la de Lauren Rosillo Marhuenda. Le conocimos hace un par de años gracias a unas presentaciones organizadas por Lavinia. El caso es que el vino nos llamó la atención, así como lo que entonces nos contó sobre el proyecto. Nos dio su tarjeta y, aprovechando una escapada al sur, no dudamos en utilizarla; la amabilidad de Lauren hizo posible la visita a un paraje singular. Estamos en la Axarquía malagueña.
Mientras esperamos a que nos recoja en el pueblo de Canillas de Aceituno, nos dedicamos a contemplar el paisaje, bastante humanizado si miramos hacia la llanura litoral, pero en el que se aprecia el color oscuro del suelo pizarroso contrastando con la blancura calcárea de las crestas que se asoman en lo alto de la Sierra de Tejeda (que forma una poderosa alineación, en el corazón del sistema Penibético, junto a las de Almijara y Alhama).
Mirando hacia el norte encontramos el pico Maroma, que supera los 2.000 metros; su cima podría pasar por una montaña de los Alpes. La sensación de altura se potencia si miramos hacia el sur; el Mediterráneo brilla a menos de 10 kilómetros. Observamos chumberas, muchos olivos, almendros, algunas cepas y secaderos de uva-pasa; no en vano estamos ante una comarca con mucha tradición en los vinos dulces.


¿Cómo empezó todo? Por lo que nos cuenta Lauren debió ser más o menos un flechazo. En el año 2006, de viaje con la que hoy es su esposa (y madre de su pequeñín), por pueblos blancos como Frigiliana, le pusieron sobre la pista de que por allí había “algo”, una variedad tinta interesante.
El primer paso fue comprar unos pocos cientos de kilos para llevárselos a su tierra y vinificarlos,  después pudo comprar la finca Las Viñuelas, apenas un par de hectáreas.
La historia cobra más sentido si advertimos que Lauren es enólogo, y no cualquiera. Procede de una familia de Villarobledo. En ese mar de viñas que es La Mancha, eran comunes las pequeñas bodegas familiares vendedoras de vino a granel. 
Esa fue su cuna; después estudió para ingeniero agrónomo. Trabajó primero en Manuel Manzaneque (el del pago Finca Elez). En 2001 comenzó el proyecto de Finca Antigua, de la mano de la familia Martínez Bujanda; 5 años después asumió el cargo de Director Técnico del grupo, por lo que le toca asumir el control de varios proyectos: Monte Pedroso, en Rueda, viña bujanda, en rioja, Finca Valpiedra, en Ribera del Duero, Finca Antigua, entre Cuenca y Toledo, más Cosecheros y Criadores, en Alava. A esto hay que sumar su participación en el famoso txakolí que lleva el rostro de Karlos Arguiñano: K5. Todo este trabajo ha convertido a Lauren en un EMV,  enólogo manchego volante. 

Ahora que todavía no tiene los 40 puede con el trajín (sin ir más lejos hoy ha venido desde La Mancha, ha estado con nosotros en Sedella y se ha vuelto: 800 kilómetros de nada). Pero es consciente de que este ritmo no puede eternizarse, y ahí está Sedella, su proyecto personal, su lugar, el sitio donde podrá sentarse a ver el tiempo pasar más despacio.
Estamos en la finca Las Viñuelas, donde Lauren se encontró con unas cepas de 75 años, que no estaban ni siquiera registradas, y que aparecen, como eran lo normal, mezcladas: garnacha, tinto Jaén, moscatel, y romé. Aquí no hay, espacio para la maquinaria, cada cepa se plantó donde dejaba el terreno, por eso se usa la mula, no por romanticismo ni por modas sobrevenidas. 
Tuvo que trabajar durante unos años (podas, labrado) para ir preparando la tierra, y vinificó por vez primera en 2008. La cosecha de 2011 se perdió entera, hubo ataque de mildiu y Lauren prefirió no recurrir a la química para solucionarlo, máxime cuando está tratando de que la tierra olvide sus años pasados de tratamiento con herbicidas. Las prácticas ecológicas se completan con usos sencillos; se guía para la vendimia por la maduración de la romé, variedad tardía, se recoge la uva en un fin de semana con ayuda de unos paisanos, y todo lo que se recoge entra junto a fermentar en los depósitos de acero, así que en el coupage va un pequeño porcentaje de la blanca moscatel -incluso con uvas ya bastante deshidratadas-. Ésto es un vino de finca.
El lugar registra una dosis suficiente de lluvia anual, unos 600mm, y cuenta con factores positivos, como la altitud, unos 800 metros sobre el cercano mar. Además el viento, la brisas costeras, soplan continuamente. El resultado es una oscilación térmica diaria óptima para los vinos de calidad.

La bodega se está terminando, tiene lo básico: paredes blancas, tejado, puertas, ventanas, unos árboles recién plantados, y lo mejor: maravillosas vistas a uno y otro lado, y, por supuesto, vino, la añada 2012, la primera elaborada “en casa”. 
Para producir 4.000 botellas no se precisa de muchos artefactos: tres depósitos y una pequeña despalilladora. Prevé llegar más o menos al doble en el futuro. Y el parque de barricas, cabe en un dormitorio, son seis. 
Lauren tiene un par de huevos; como dicho así suena feo, aclaramos que son depósitos troncocónicos, uno de cemento y otro de madera.
Una vez producida la fermentación, el vino se reparte entre éstos y las barricas. Al final se mezcla todo y se embotellará alrededor de un año y medio después. Las barricas no son nuevas; la experiencia le ha aconsejado, seguir esta vía. 
Pudimos probar un par de muestras, una cata minimalista pero suficiente para apreciar que todo está bien, que el vino apunta a ligero, delicado (la romé es una variedad que cede poco tanino). Nos sorprende que la madera no tiene protagonismo, ni en nariz, ni en boca.
Nos queda probar una botella, ya tenemos la añada 2009.
Esperamos visitar a Lauren en alguna de sus otros proyectos y, como no, repetir en Sedella. Nos cuenta que hemos sido los primeros, cosa que le agradecemos, así como su amabilidad y  su generosidad.
¡Salud!

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