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miércoles, 3 de octubre de 2012

VINOS DE TERROIR DE VINOTECA TIERRA

Hace unos días asistimos a la presentación de algunos de los vinos que vende la Vinoteca Tierra. Ya habíamos estado el año pasado en esta reunión, que nos pareció de altísimo interés. La idea de los organizadores era reunir a unos pocos productores de calidad  para que presentaran sus distintos terroirs.
Dado que la oferta vinícola era muy amplia y que nos gusta darle tiempo a todo lo que se relaciona con el vino, decidimos que nos centraríamos en las propuestas españolas, aunque aún sacamos algo de tiempo al final para acercarnos a Borgoña, que nunca está de más.
Descartamos las propuestas italianas porque conocíamos casi todos los vinos; ahí estaban los de las bodegas Cos, Bucci, Occhipinti, entre otros, que están registrados en nuestro blog.

Comenzamos en el Bierzo, con nuestro querido Josep Mas, que nos presentó su "Massuria 2010". Frutal, intenso, sin atisbo de madera. En boca, muy agradable, redondo, con un cuerpo medio, muy buena acidez y una fruta siempre presente. Nos dejó un recuerdo estupendo. En un detalle de honestidad, nos contó que el 2009 no lo ofrecía todavía porque se pasó un poco con el prensado y no le gusta el resultado, así que se se ha quedado en el depósito para que evolucione y se vaya suavizando. 
También nos dio a probar a su recién nacido proyecto de "Massuria 2012", que acababa de embotellar tras la fermentación alcohólica (en depósitos de hormigón -escuela bordelesa-). Le preguntamos en qué debíamos fijarnos cuando estamos ante un vino embrionario. Josep, que es una enciclopedia vitivinícola (estudió en Montpellier -primera referencia mundial- y trabajó con la gente de Petrus), nos comentó que las notas vegetales, en nariz, y los verdores, en boca, no son buena señal. Este "Massuria 2012" no los tenía. Procede en su mayor parte de una parcela  llamada San Clemente, que a Josep le encanta,  y se vendimió el 15 de septiembre.
La mano del hombre, parte esencial del terroir  
Nos apuntó que la fecha de vendimia es quizá el factor más importante en la calidad de un vino. Un día o dos de más cambia la acidez y el grado alcohólico lo suficiente como para arruinarlo. Por eso él tiene sólo 6 hectáreas, porque es el espacio máximo que puede abarcar para vendimiar en el momento óptimo y mantener así su compromiso de calidad.
A continuación cruzamos el Atlántico para llegarnos hasta la isla canaria de La Palma.  Ya nos había hablado muy bien Xavi de la bodega Juan Matías Torres. Hablamos con Vicky,  su hija, quinta generación ya de viticultores. Nos dijo que tiene registros que se remontan a finales del siglo XIX. Y es que estamos ante una bodega tradicional, que fermenta el vino en  dos lagares, uno de ellos de finales del siglo XIX (de pino canario, que aporta unos toques especiales de resina), y que cuenta con 3 hectáreas propias. 
Un poquito de La Palma
Hablar de Canarias supone hacerlo de microclimas, de suelos de sustrato volcánico pero muy variados, de altitudes, cercanía al mar, orientaciones diversas...; todo un conjunto de factores que hacen únicos a sus vinos. Ya nos hemos lamentado en alguna ocasión de lo difícil que resulta acceder a ellos en la Península (incluso en una ciudad como Madrid).
Probamos su  "Matías y Torres Listán blanco 2011" y desde luego que encontramos terroir, con una acusada mineralidad que dejó paso a notas de piña. Nos contaron que en la isla hay mucha plantación de frutas exóticas y que eso también está en el ambiente de los viñedos. En boca apreciamos, en forma de salinidad acompañada de una acidez sorprendente, la cercanía al mar de estas vides. Los aromas por vía retronasal reproducían fielmente lo percibido en nariz.
La isla
Después probamos su "Matías y Torres Albillo". Esta variedad, introducida por los colonos peninsulares en su momento, aquí nos ofreció también ese sustrato volcánico, acompañado de notas herbáceas y de piña. En boca mostró las características apuntadas en el anterior, otro vino con carácter singular. Finalizamos con su "Matías y Torres Negramoll", criado en una madera ya veterana (20-40 años) por un breve periodo (entre 4 y 6 meses). Ligero de capa, con buena fruta roja en nariz, notas de campo; en boca, resultó fresco, mineral, salino, intenso, aunque de paso ligero, sabroso.
La bodega (imagen de su página web)

La tarde no podía empezar mejor, así que nos envalentonamos y saltamos a Euskadi, al norte de Araba, a Okendo, pueblo relativamente cerca de Bilbo. Allí está la bodega Señorío de Astobiza. Se trata de un proyecto reciente, donde los enólogos Ana Martín y Pepe Hidalgo quieren poner nivel a unos vinos que no lo tienen fácil porque se identifican con el txakolí. De hecho, la bodega se inscribe en la DO Txakoli de Álava (para seguir con la corrección político-lingüística deberíamos escribir Arabako Txakolina...; cosas de la diversidad).  El caso es que, pese a estar en Araba, se ubica a solo 15 kilómetros del Atlántico, con lo que la influencia marítima es grande. Esto, unido al relieve de la zona, plagado de colinas y vallecitos, permite que se dé un microclima particular. Ese ambiente es el que se embotella luego en una bodega bien provista de avances tecnológicos. 

Probamos dos vinos: el "Señorío de Astobiza 2011", elaboado con hondarrabizuri, petit corbu y gros manseng, y el "Malkoa" (que significa "lágrima"), un monovarietal de hondarrabizuri. El primero nos sorprendió gratamente. Estábamos ante un buen vino blanco, no ante un sencillo txakolí tradicional. De hecho la mente viajó hasta Galicia, porque apreciamos su frescura, su acidez, sus notas florales y frutales. En boca mostró buenas maneras, con una acidez lógica en un vino de estas latitudes, pero con un punto de untuosidad que le aportaba cuerpo vinoso. El segundo, elaborado con 5 meses de contacto con sus lías, mostró acentuadas esas características de buen vino blanco.
Acto seguido cruzamos frontera autonómica y nos detuvimos en Navarra. Allí Viña Zorzal (antigua bodega Vinícola Corellana) nos ofreció dos vinos.
El primero, "Viña Zorzal Garnacha 2011", criado 4 meses en roble francés, mostró unas  correctas hechuras que, a nuestro juicio, necesitan tiempo en botella para que la buena fruta se ensamble con los matices aportados por una madera aún presente. Otra cosa fue el "Viña Zorzal Graciano 2010". Aquí había "chicha".
El añito en botella le ha sentado genial, porque el vino nos mostró su compleja rusticidad, con notas afrutadas acompañadas de tierra, de campo. En boca, el vino mostró fuerza, potencia controlada, cuerpo medio, buen paso, frutosidad, gran acidez y un recuerdo final muy grato.
Seguimos rumbo al Sur para acercarnos a Cebreros. Como la semana anterior habíamos estado en una cata sobre "Garnachas de Gredos", nos gustó ver que el logotipo que ya conocíamos estaba también aquí. Se trata de la Bodega Maldivinas, de los que ya sabíamos por su vino "La Movida", que compramos hace unos meses y que tenemos en casa en espera de una ocasión para catarlo que no tardará mucho. Ya en su momento Carlos, de Vinoteca Tierra, nos habló del viñedo y de su particular ubicación: una colina con plantas en tres orientaciones distintas. 
Guillermo, uno de los creadores del proyecto, nos amplió detalles mientras probábamos su "La Movida 2010". Cuentan con 1,6 hectáreas, con suelos muy pobres, utilizan barricas ya usadas para la crianza, juegan con el raspón para corregir el vino de forma natural y van al límite (por lo bajo) con el sulfuroso. 
En cuanto al vino, hemos de decir que nos gustó bastante más "La Movida Magnum 2009". Ese añito de más y el formato de la botella le han permitido evolucionar muy bien. Se trata de vinos que expresan la fruta roja de la garnacha envuelta en aromas campestres mediterráneos. En boca apreciamos una potencia bien domada. También probamos el "Laderas 2010", un vino de apenas 1.000 botellas que nacen en una parcelita con viñas de 70 años sobre suelo pobrísimo. La mineralidad estaba bien presente tanto en nariz como en boca.
Terminamos el circuito español en Cataluña. La falta de tiempo nos impidió saludar al bueno de Enric Soler, el del "Improvisació" (que ya tenemos en el blog). Tampoco nos paramos ante el celler Dosterras, de la DO Montsant; sus vinos Dosterras, Vespres y Finca Aiguasals ya están en el blog. Por otra parte, nos apetecía hacer un paréntesis, y qué mejor que con cava. 
Y allí estaba Bernat, del celler Carles Andreu, para salir al quite. Primer lance, el "Brut Nature Reserva", con parellada (60%), macabeo y chardonnay (20% de cada); y con 30 meses en rima.
Nos contó que con este cava buscaban una burbuja fina y una cremosidad característica, pero sin unos aromas de envejecimiento (fruto seco, notas de oxidación) que para él resultan defectuosos en una elaboración de este estilo, aunque puedan pasar como identificadores del cava. Después probamos el "Reserva Barrica Brut Nature". Aquí el punto de partida era ver cuánta madera podía aguantar un cava sin perder su finura y sin perder su frutosidad. Así, parte del vino base fermenta y se cría durante cinco meses en roble francés.
Lo cierto es que la barrica francesa se percibe con nitidez. A nosotros, que nos hemos ido decantando con el tiempo hacia una posición "purista" (la fruta, ante todo), eso nos distrae; es como un ruido de fondo que te impide fijar la atención. Es cuestión de gustos, desde luego. El caso es que en boca mostró una cremosidad excelente. El tercer cava fue el "Rosat Brut" y aquí nos paramos un instante. ¡Cielos! Este no es uno de esos rosaditos creados con fines comerciales dirigidos a un público tipo. Nada de eso. Todo un cava de carácter, vinoso, pleno de fruta roja, de recuerdos a violeta, a hojarasca.
Racimo de trepat, estaba delicioso
Una uva trepat bien trabajada y bien expuesta. Y para acabar, el "Carles Andreu Trepat 2010", el vino tinto de la bodega, que para Bernat es el que mejor expresa el potencial de esta uva. Notas de fresa, de caramelo (de fresa), florales, especiadas...; y una boca acariciadora, fresca, con excelente retrogusto. Ya lo conocíamos, pero habrá que repetir experiencia en casa.
Y para despedirnos de España pasamos a ver lo que proponía el celler Vinyes del Terrer. Otro caso parecido a los anteriores: finca de 7 hectáreas, microclima característico (con mucha influencia del mar, ya que está en la costa tarraconense, al otro lado de la sierra que cierra la DO Montsant) y suelo particular, arcilloso-calcáreo.
Probamos primero el "Terrer D´Aubert 2010", elaborado con 95% de cabernet sauvignon y crianza de un año. En nariz apreciamos mucha concentración, con fruta roja, regaliz y notas de tinta china. En boca se mostró muy agradable, con un puntito goloso inicial, muy hecho ya pese a su relativa juventud. El otro vino que probamos fue el "Nus del Terrer 2008", 50% cabernet y 50% garnacha, y elaborado desde el principio en contacto con la madera. Olimos y preguntamos por qué se notaba más la cabernet en este vino que en el otro si su contenido era menor. Obtuvimos dos respuestas (no excluyentes). El representante de la bodega (no recordamos el nombre) nos comentó que el Terrer D´Aubert 2010 se elabora en fudre, y ahí los matices frutales se imponen a los varietales. 
La otra nos la dió Josep Mas un poco más tarde: cuestión de pirazinas. Se trata de compuestos químicos (por llamarlas de alguna manera) que aportan notas de pimiento verde. Por lo que hemos indagado (¡viva internet!), aparecen cuando las uvas (blancas o tintas) van madurando, y van desapareciendo al completar su maduración. En teoría, que haya esas notas es índice de que no ha habido una maduración completa. La explicación no está mal, aunque nos quedamos con más preguntas en el tintero. Ya puestos a hablar de moléculas ¿cómo surge el característico olor a pimiento, ya no verde, sino asado? Hay que seguir aprendiendo.
Caía la noche y teníamos bastante tarea, así que nos fuimos a Borgoña, no sin antes detenernos ante una mesita con champán. ¿Quién le hace ascos a esa tentación? Pues hala, a catar. 
En primer lugar un "Benoit Lahaye", productor de Bouzy. Un "blanc de noirs" (con pinot noir) muy fresco, hasta cierto punto inusual (de ahí su atractivo), y con una boca excelente, lo que se espera de un buen champán. Y eso que veníamos de buenos cavas. 
El segundo fue el "Roger Coulon" elaborado con la tríada mágica: chardonnay, pinot noir y pinot meunier. Complejo y delicioso. En nariz encontramos cacao, lácteos, champiñón...; con una boca también fresca, con recuerdos lácteos. Uno de esos champanes para todo tiempo y lugar. ¡Hay que ver estos franceses...!
Fin del viaje: Borgoña. Primero, Côte de Beaune. Dos blancos y dos tintos. 
El primero, "Les Tessons 2010", de Michel Bouzereau et fils, nos puso los pies en el suelo. Estamos en Mersault. El caso es que en nariz (ya nos había pasado en el último borgoña blanco que probamos en casa: Méo-Camuzet Bourgogne Blanc 2008) degustamos una excelente barrica francesa. 
La parcela de "Les Tessons"
"¡Infanticidio!", se oía alredededor de la mesa. Probablemente; pero qué difícil perspectiva es la de tener que esperar ¿una década? para disfrutarlo. En boca tampoco nos gustó por su acidez en punta. Veredicto: infanticidio.
Después probamos un genérico, el  "Chassagne Montrachet 2010" de Domaine Bernard Moreau et fils.  Nos gustó más, con mejor boca, más maduro (si se puede aplicar este término en estos vinos).


Los tintos rayaron a mayor altura. El "Bourgogne 2010" de Bernard Moreau et fils mostró en nariz notas de humo, incienso, mineralidad; y en boca, buena acidez, cierto volumen. Se trata de un vino de 17 € en la tienda, lo que no está nada mal para Borgoña. 
El otro vino, de 29€,  fue el "Volnay 2009" de Domaine Joseph Voillot. Aquí sí que sentimos Borgoña. Una nariz con fruta roja envuelta en especias y adornada de recuerdos minerales, y una boca estupenda, con cierta salinidad, ligera pero con carácter.


Y de ahí, a la Côte de Nuits. Empezamos con "Roncevie 2010" de Domaine Arlaud. El nombre procede de una parcela homónima. Seguimos en Borgoña, con esos aromas delicados, con esa boca sedosa y equilibrada. Aquí ya no pensábamos en infanticidio. Probamos también un Gevrey Chambertin de Humbert Frères, añada 2009, que no nos dijo mucho por aquello de la madera presente.
Eso sí, el final no estuvo nada mal, pues pudimos rebañar unas dosis mínimas de "La Combe Brulée 2009", de Bruno Clavelier. Nariz compleja, especiada, sutil; boca deliciosa. Aquí ya estamos en otro nivel, también de precios, que todo hay que decirlo. Supera los 50 €.
Otro festival de los sentidos gracias a Vinoteca Tierra.
Muchas gracias Xavi, Carlos, Frank. Así se hacen las cosas.
¡Salud!          

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